lunes, 27 de febrero de 2012

El miedo a querer. Ese miedo es peor que el miedo a la oscuridad, a las alturas, a los payasos, al hombre del saco y a todas las cosas con las que nos asustan cuando somos niños pequeños. Ese miedo a sentir el rechazo, el miedo a sentir demasiado por una persona que no sabes si de verdad siente algo por ti. Ese miedo a que te hagan daño como siempre te lo han hecho sin saber controlar lo que sientes. Esa maldita rabia que sientes cuando sin querer por cualquier tontería que haga sonríes; una tontería que te hará la chica más feliz durante un día. Y eso es lo peor, que te ilusionas para luego llevarte un buen golpe.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Veremos las estrellas juntos y, mientras nos besamos, pasaran por esa cúpula celeste que nos rodea miles de estrellas fugaces que harán cumplir todos y cada uno de nuestros sueños y deseos. Seremos fiel el uno al otro y, juntos nos fundiremos en millones de noches sosegadas que se convertirán en noches efusivas y apasionadas. Amarnos prometimos cerrando un candado haciendo que  su llave la guarde nuestro corazón para siempre. Seremos libres, pero estaremos encadenados; enganchados a los besos, las caricias, las promesas, los abrazos, los deseos, el placer, como nos engancharíamos a cualquier droga adictiva. Viajaremos a un mundo donde todo lo que nos una haga que nunca nos canse,  nos separe ni nos amargue; que nada acabe con nosotros o con lo que un día llamamos nuestro y con lo que un día cualquiera nos unió por causa del destino o por quien sabe que razón.

viernes, 10 de febrero de 2012

He sufrido, he amado, he gastado días y los días han gastado mi felicidad. He llorado y he reído, he contestado y he callado, he sido buena y no han sido buenos conmigo. He creído en el amor y ya no creo en nada debido a derrotas de batallas interminables, pero todas fracasadas. He creído en los príncipes azules pero he entendido que yo no quiero uno de esos. He comprobado que cuando tienes tu máximo esplendor de felicidad la montaña desciende en picado. Me he advertido a mí misma de todo lo que se podría venir encima y por creer en la felicidad y en el amor me llevé grandes hostias. He derramado lágrimas y no creo que nadie haya derramado lágrimas por mí. Cuando creemos en el amor, aferrándonos a un clavo y no lo soltamos; nos enganchamos. Es como el tabaco, cuando empiezas con ello luego no lo puedes dejar. Es una droga que acaba matando pero que en ocasiones es capaz de llegarte a quitar las penas y darte una gran felicidad; demasiado comparado con el amor. He sido traicionada y me han clavado espadas por ese amor que no puede consolar al corazón; porque es efímero, no es verdadero, tan solo es un juego. Un juego en el que uno de los partícipes acaba perdiendo e incluso muerto de dolor. Han luchado contra el sentimiento profundo que guarda mi corazón bestias indomables que por hacerme feliz casi arrastran al infierno mi alma. No tuvieron intención de hacer otro intento porque sabían que ni las miles llaman que arden duraderamente en el infierno no podrían llegar a quemar este sentimiento, ni este dolor que agudiza cada día más y más en el corazón.

Tumbada en la cama, agarrada a un cojín, escuchando la canción que más odio pero que más da, estoy acostada y no me pienso levantar a cambiar de emisora; además tengo ganas de escuchar melancólicas canciones y, ésta, por desgracia, es la única que había puesto en estas cinco y diez de la tarde.Aparece otra, es preciosa; me encanta. Cuenta una historia de amor que, como siempre, acaban desgraciados como todos los finales de todas las historias de amor; mal, como la mía. Derramo lágrimas; lo necesito. Necesito liberar toda esta tensión, todas estas sensaciones que hacen que cada vez me ahogue más en esta tontería mía, que lo único que sabe darme es hostias y de las buenas, no sabe mostrarme una sonrisa por pequeña que sea. He conocido al dolor de cerca y parece que quiere que le haga compañía por un largo tiempo. Se dedica a decirme que este no es el momento adecuado para alejarme de él. Me dice que cada vez que me sonría irónicamente me dará mil hostias y me da dos opciones para elegir; joderme y cargar con el peso o caer al suelo. Me ha dicho que no le da la gana mostrarme la cara más bonita de la vida porque me ha tocado esta y que no piensa sonreír ni siquiera por las fechas que vienen. Me ha contado que voy a seguir aferrándome a un clavo ardiente y, que aunque me queme no voy a soltarlo porque el dolor de la quemadura no duele ni la mitad de lo que duele este sentimiento. Me ha advertido diciéndome que seguirás prometiéndome rosas y me regalaras las espinas. Dime, ¿Es verdad? ¿Lo que me ha dicho el dolor he de creerlo? No quiero que me contestes, tampoco creo que lo hagas porque me mentiras como siempre o tal vez no me mientas pero me prometes lo que a todas y lo que siempre me has dicho; lo que siempre me has jurado. Me juraste no cambiarme por nada y lo hiciste, me juraste estar siempre a mi lado y hoy no te veo aquí. Quizás sea mejor. Pero si me juras esas cosas y luego no las cumples y encima eres capaz de venir a devolverme lo que me juraste. No entiendo lo que pasa por tu cabeza. Cada día me muestras una cara. Un día me muestras tu parte romántica y otros días me muestras tu peor cara. Me han dicho que me merezco algo más, que no debería ser tan estúpida pero fíjate que aquí tienes a una estúpida que plasma en un folio lo que siente y a la que no quieres. Una chica estúpida que cada día recuerda cada una de las tardes que ha pasado contigo, todas las palabras que la has dedicado y los besos que la regalaste fingiendo quererla.

Mancharé todas las calles de color alegría cada vez que paseemos agarrados de la mano para que nadie amargue nuestro momento, y que la lluvia ni nadie podrá llegar a borrar ese bonito lugar. Que la vida me brinda la oportunidad de pasar el día que tanto he soñado a tu lado, deseado y estoy añorando. Y espero, y quiero, que me acabes regalando las rosas no como la última vez que me regalaste las espinas dejando un corazón amargo y frío.
Paseando por las calles de Madrid, una noche, con un cielo estrellado y nublado; no se encontraba a nadie por la calle. Extraña reacción o no, ya que son las cuatro y media de la madrugada. Respiro y miro a mí alrededor. Locales y tiendas están cerrados. No todas las farolas lucen. Me siento en aquel banco en el que una de las cuatro farolas que había en el parque funcionaba, tan solo esa. Nada más sentarme busqué con impaciencia en mi sudadera rosa de Adidas mi paquete de tabaco y el mechero que tú me regalaste. Lo encuentro. Con impaciencia me coloco el cigarro en la boca y enciendo el mechero. Doy una calada fuertemente exagerada. Lo necesitaba. Necesitaba que estas pequeñas preocupaciones salieran de mi interior. Durante la consumición de ese cigarro las caladas, todas, fueron exageradas. Cuando lo acabo y lo apago, de repente comienza a llover. Una fuerte lluvia humedecía la ciudad. No me muevo ni me voy a ningún lado. Quiero que la lluvia me moje y me quite este maldito olor a ti, ese maldito olor a hombre que incluso pasando los meses no desaparece. Sin darme cuenta, un chico de edad media está bajando por la cuesta que dirige al parque. Va fumando un cigarro casi consumido. No lleva paraguas a pesar de la lluvia; de la que está cayendo. Apaga el cigarro, lo tira al suelo y lo pisa. Va escuchando música con unos altavoces, no reconozco el color; aún está lejos de mí. Cada vez se acerca más y más. Tiene una altura media y fuertes brazos. Su rostro y su cuerpo me son conocidos. Todavía sigo sin saber quién es. De repente, mira alrededor del parque y para la mirada en el banco en el que estoy sentada. Pone dirección hacia aquí. De repente, en mi barriga empiezan a existir unas pequeñas mariposas. No sé que me está pasando. De un segundo a otro, desaparecen. Recuerdos del chico del que estuve enamorada un año vienen a mi cabeza, sin saber cómo ni por qué. Esta situación me resulta tan extraña. Cada vez ese chico se acerca más y más a mí. Cuando llega, se detiene en seco delante de mí y, me mira de arriba abajo. Segundos más tarde, me pregunta que si puede quedarse sentado a mi lado para hacerme compañía. Apaga la música y se sienta ya que mi gesto fue malinterpretado. Me mira y me sonríe. Pronuncia mi nombre en alto. Anonadada por tal palabra pronunciada, le miro sorprendida y me vuelve a sonreír. Lo que a mí me significa un desconocido que se sienta a mi lado cuando yo le he dicho que no para él yo soy una conocida o amiga, quien sabe. Me conoce pero sigo sin saber quién es pero tampoco quiero preguntarlo; no me interesa. Sigo sumergida en ese maldito pensamiento de aquel chico que me tuvo un año locamente cautivada por su belleza, dulzura y carácter. Comienza a hablarme y hago oídos sordos. Pero el chico sigue insistiendo. De repente, comienza a cantar una canción. No recuerdo el título pero sé de quién era. Sin querer saber quién era, no me hizo falta preguntar para saberlo porque tan solo con esa canción supe reconocerlo. Por eso las mariposas en el estómago, los pensamientos de aquel chico del que me enamoré…Sacó una cajetilla de tabaco y me ofreció a que cogiera uno. Acepte pues. Pero no me hacía falta ninguna prueba más. Sabía perfectamente quien era. En la cajetilla de tabaco que había sacado ponía: “Lucky Strike”. Era él, el chico del que estuve enamorada locamente un año y ni siquiera le había reconocido. Me fumé el cigarrillo, me despedí de él con dos besos en la mejilla y me fui deseando no volver a verte nunca más. Todavía seguía lloviendo con gran fuerza pero parecía que el destino quería que le recordara eternamente.

Bajo ese manto negro que está nublado descansan más de un millón de personas. Unas con mucha suerte y otras con tan poca que ni las estrellas fugaces que cada noche pasan por esa cúpula saben quitársela. Día tras día, cada vez caen más en esa maldita soledad. Hoy nada más levantarme lo primero que he hecho es abrir la persiana para poder contemplar ese sol radiante que solía entrar en el verano cuando tenía una sonrisa enorme en mi rostro porque él estaba a mi lado; pero hoy no era uno de esos días. Hoy todo era gris, el cielo estaba negro y sabías que algo te faltaba. Empezaba a llover y has comprendido que el invierno está a punto de llegar. Ese maldito invierno que es frío y que siempre pasas sola.



Son las tres de la mañana. Tumbada en la cama más bonita y preciada, no la admiras; te levantas, te acercas a aquella ventana por la que entra mucho frío ya que la tienes abierta haber si ventila la habitación que está cargada de recuerdos inmersos en este pobre corazón humilde. Llegas allí, hace tanto tiempo que no sales a la calle y que no miras por la ventana que no te has dado cuenta de que en todo este tiempo que ha pasado a llegado el puto invierno y ahora está lloviendo. Ves que las calles están inundadas de charcos, gente que pasa corriendo por debajo de tu ventana con un periódico encima de la cabeza o gente que va con paraguas para no mojarse de esa lluvia tan fría. Te giras y miras por todo tu habitación, tan ordenada como siempre. Hace tiempo que no limpias el polvo y empieza a inundar las estanterías, los libros, los cds, el ordenador, la cadena de música, aquella guitarra que esta cubierta por su funda...Sigues observando y te paras a mirar aquella mesilla de noche que tiene tu móvil apagado desde hace meses y un paquete de Lucky, al lado de éste un mechero de color rosa que te regaló aquel desconocido en aquella discoteca que te invitó a una copa dándote un beso en la mejilla aunque tu le despreciaras y del que no has vuelto ni has querido saber más. Decides sacar un cigarrillo de aquel paquete, sentarte en el alfeizar de la ventana y encenderte aquel cigarrillo que tanto necesitabas para consumir la ansiedad, la rabia y el dolor que te consume el cuerpo. Te lo fumas y cuando ya no queda nada lo apagas en ese cenicero que está medio roto y le tiras ventana abajo sin saber donde caería ni a quien. De repente, y después de unos cuantos meses, suena el teléfono fijo de casa, vas a cogerlo es él, la persona con la que menos te apetece hablar en este momento, y sin dejarle hablar lo único que te sale decirle es de tu caja de sorpresas ya no me sorprendo y colgarle.
Todas las cuerdas se han atado solas realizando un nudo perfecto sin ningún error haciendo que nunca se desaten. Ya no queda cabo suelto alguno. Todo esto acabó para siempre aunque debería de haber acabado mucho antes . Espero que, ya que no has sabido valorar lo que esta chica tonta ha hecho por ti, encuentres a una chica que siempre permanezca a tu lado, en las buenas o en las malas, tal y como lo hice yo; que te quiera de la misma manera que yo te quise; y que incluso de que la des mil patadas, la tires al suelo y una vez allí la pises te sepa perdonar y seguir queriendote. Pero, recuerda que las personas que hacen esas cosas por ti y no se valoran se acaban yendo; y esta tonta se ha ido, pero para siempre.

Todo comenzó un veinticuatro de agosto del 2006, cuando yo tenía nueve años y él, dos más, 11. Ese día, en unas escaleras, por la luna, con esa luna anaranjada en los días de verano,me pediste que fuera tu novia aunque te daba un poco de vergüenza; pero aun así lo hiciste. Te dije que no. Pues la verdad no tenía mucho conocimiento, mucha experiencia y mucha madurez. Aun así seguíamos siendo amigos, aunque no entabláramos mucha conversación. Te conocía de haberte visto otra veces por aquel lugar. Y nunca llegué a pensar que serías especial para mi, hasta ese veinticuatro de agosto. Porque ese día, no sé lo que hiciste, pero me arrancaste un pedacito de mi corazón; y te lo llegaste contigo. Me demostrabas que me querías con tus actos antes de verme y por las cosas que hacías con nuestras iniciales; G2. Escribiendo en nuestros brazos cada uno el nombre del otro. Cuando te miré a los ojos por primera vez, me puse nerviosa, colorada; y es que el corazón empezó a bombear fuertemente. Su mirada me hizo grande. Me sentía afortunada de haber podido contemplar mirada tan perfecta, tan encantadora, tan brillante, seductora, excitante, que me ataba y a la vez me mataba; esa mirada que deslumbraba.Ese mirada que no ha cambiado con el paso de cinco años.
Y ahora las cosas han cambiado. Ya no somos niños pequeños, sin madurez y poco conocimiento. No. Ahora hemos crecido. Los dos hemos cambiado. Somos cinco años mayores por los que han pasado momentos bueno y momentos malos, personas que han dejado huella en nuestra vida y que por diferentes motivos se han ido, fiestas, botellones, tardes en la piscina, en el cine, en el parque... Y llegamos hasta nuestros días. 
Hoy veinticinco de abril del 2011, te sientas en un banco y empiezas a pensar en que ese chico nunca se fue de tu cabeza, porque siempre tuvo, por mínimo que fuera, un sitio en tu mente y en tu corazón para poder pensarle; por muchos tíos que hayan pasado por tu vida durante los últimos cinco años. Porque en verdad le quieres, porque incluso cuando estas a su lado le echas de menos. Pero las cosas salen totalmente distintas a como nosotros las planeamos o deseamos. La vida nos lleva por el sendero que ella elija. Y si no he estado con él será casualidad o causa del destino. Pero ya llegará el momento. Mientras tanto a VIVIR la vida.
Ya que todo esto empezó antes de lo que pensáramos.



-Querer que esta luz de vela se consuma tiempo a tiempo.

Respirar y sentir, cada vez que pienso en ti, el amor y el dolor que creció en mi corazón.Te perdí y comprendí que difícil es vivir sin tu amor, ese amor que me llena de ilusión.Esa ilusión que crecia día a día en mi interior.
Tuve miedo, vivé nuevas experiencias, recorrí diferentes caminos para llegar al final, a una meta, a una salida que tal vez nunca encuentre; tal vez porque cuando pienso que estpu en ella miro atrás y veo que dejo momentos, situciones,emociones y sentimientos que no quiero que formen parte del pasado.Un reloj de arena que sigue contando cuanto persistirá esta tristeza.Mostrar al mundo una sonrisa, una carcaja;sí, eso hago pero,¿todo eso es verdadero?
No llegar a sentir nada y querer llegar a sentir todo.Que vuelva a renacer en mi el sentimiento del amor.Tener miedo a cometer el mismo error.Errar en la misma situación.Nunca entender las palabras que te digan que todo esto es cierto;tal vez porque no las quieres escuchar.Querer que esa llama de vela intensa se reduzca a cera.Pero saber perfectamente que el a sido la persona y el motivo que te ha enseñado a encontrar el sentido a todo aquello que no lo tenía.
Comprender que se ha alejado y recordar esos momentos.Tantos te quieros.Y nunca haberle dicho lo que verdaderamente sientes y lo que has sentido,lo que ha significado y lo que significado,y lo que ha sido y decirle todo lo que verdaderamente esta en tu interior, ese interior que piensa en él.Que sabes que te encantaría que en este mismo momentoestuviera a tu lado para decirle todo;que le echas de menos,que le necesitas,que es especial...Y saber para describirle me faltan palabras,que todo se queda corto...Querer escuchar las palabras que te decía con esa expresión en la cara, esa sonrisa...y que cada palabra suene con ese acento, esa pronunciación;querer que te lie con esa de pñicaro y niño bueno...Pero saber que ahora es tarde, que todo ha cambiado y que se ha alejado. Saber que sienmpre has estado ahí, momentos malos o momentos buenos, nunca me he ido, que siempre ha habido un perdón de por medio,que has intentado hacerlo lo mejor posible,pero algo ha fallado.Y sentir día a día que me falta algo, que mi interior que mi interior se quema poco a poco.Levantarme cada mañana y pensar en él.Acostarme cada noche y hacer lo mismo que has hecho durante todo el día, pensar en él antes de que se acabe el día.Levantarme cada mañana y no sentir fuerzas, y lo que haces esa sacar esa puta sonrisa falsa.
Que lo único que quieres es poder encontrar mil y una razón para sonreír.Y ahora lo único que me queda es guardar mis sentimientos, irme lejos y volver cuando pueda abrir esa caja y sacr todo lo que guarda en su interior, un papel que diga te quiero.

Podría escribirte durante una noche en vela, todos los recuerdos que tengo contigo sin olvidarme de ninguno; también podría escribirte todos los momentos que pasé junto a ti. Al igual que te puedo escribir lo que te he llegado a querer desde aquel día.
No sé porque siempre me pasa pero, cada vez que cierro los ojos. No hay otra que a mi cabeza no vengan,que todos los momentos que tengo contigo.
Desde aquel momento en que te conocí no olvidé aquel deslumbramiento, aquella gloria del primer momento, al ver tus ojos por primera vez.. Sentía que por ti Algo fuerte sentiría por aquel chico que me enseñó una pequeña sonrisa y me mostró unos ojos preciosos que me encantaron.
Mis ojos derraman lágrimas cada vez que recuerdo todo; porque es ahí donde me doy cuenta de que de verdad te quiero.
Y esas dos palabras no significan ocho letras, significan lo que siente mi corazón.
Muchas veces me dicen "Lo que está muerto nunca vuelve a nacer" 
Pero yo tan solo quiero, pido y deseo volver a ver tu sonrisa frente a mis labios.

Hoy he vuelto a conocer a la ansiedad, al miedo, a la tristeza, de cerca la verdad y es que hoy he vuelto a escuchar a mi alma gritar, he vuelto a temblar, a tiritar sin parar de llorar.
Hoy supe lo que duelen las palabras. Hoy perdí las fuerzas,las ganas,la motivación, el sueño que seguía en pie se esfumo.
Hoy supe lo que duele una mirada. Hoy no me apetece seguir andando buscando salidas.
Hoy se que no podre dormir, que no podre fingir, si trato de sonreír y tu lo viste.
Hoy pasare la noche en vela queriéndote sacra de mi cabeza.Hoy me voy donde no me puedan encontrar porque estoy llorando a solas donde nadie pueda escuchar.

Las lágrimas de mi alma
van destrozando la calma.
Sabes que eres el culpable, 
que eres un miserable.
¿Por qué me mentías tanto?
¿Por qué no cesa este llanto?
He perdido años contigo
al final he enloquecido.
Creías que no me enteraría,
que con tu engaño viviría.
Pero al final me lo dijeron, 
en brazos de otra te vieron.
Y no hago mas que llorar,
ya no te puedo olvidar.
Pensar si los besos los sentiste...
si de verdad me quisiste...
Dime, ¿por qué lo hiciste?

martes, 7 de febrero de 2012

He plasmado en un álbum de fotografías todos los recuerdos que compartí contigo. No es un álbum digital de fotos de esos en los que puedes pasar de página cuando te dé la gana y saltarte ochenta mil de ella porque no las quieras ver. En este álbum las fotos pasan de una manera inesperada, en ocasiones permanecen durante un largo tiempo, en otras son efímeras. No es un álbum en el que puedas dar a borrar no, esa opción en este álbum no existe. Ninguna de ellas se borra; quedan guardadas para la eternidad. Tan solo estoy hablando de la mente, del corazón o del alma. Son los tres álbumes de recuerdos que no solo te harán llorar de alegría o de tristeza sino que te harán daño porque siempre serán capaces de jugarte una mala pasada; como en una partida de ajedrez cuando uno de los jugadores planta sobre el tablero un "jaque mate"
Paseando por las calles de Madrid, una noche, con un cielo estrellado y nublado; no se encontraba a nadie por la calle. Extraña reacción o no, ya que son las cuatro y media de la madrugada. Respiro y miro a mí alrededor. Locales y tiendas están cerrados. No todas las farolas lucen. Me siento en aquel banco en el que una de las cuatro farolas que había en el parque funcionaba, tan solo esa. Nada más sentarme busqué con impaciencia en mi sudadera rosa de Adidas mi paquete de tabaco y el mechero que tú me regalaste. Lo encuentro. Con impaciencia me coloco el cigarro en la boca y enciendo el mechero. Doy una calada fuertemente exagerada. Lo necesitaba. Necesitaba que estas pequeñas preocupaciones salieran de mi interior. Durante la consumición de ese cigarro las caladas, todas, fueron exageradas. Cuando lo acabo y lo apago, de repente comienza a llover. Una fuerte lluvia humedecía la ciudad. No me muevo ni me voy a ningún lado. Quiero que la lluvia me moje y me quite este maldito olor a ti, ese maldito olor a hombre que incluso pasando los meses no desaparece. Sin darme cuenta, un chico de edad media está bajando por la cuesta que dirige al parque. Va fumando un cigarro casi consumido. No lleva paraguas a pesar de la lluvia; de la que está cayendo. Apaga el cigarro, lo tira al suelo y lo pisa. Va escuchando música con unos altavoces, no reconozco el color; aún está lejos de mí. Cada vez se acerca más y más. Tiene una altura media y fuertes brazos. Su rostro y su cuerpo me son conocidos. Todavía sigo sin saber quién es. De repente, mira alrededor del parque y para la mirada en el banco en el que estoy sentada. Pone dirección hacia aquí. De repente, en mi barriga empiezan a existir unas pequeñas mariposas. No sé que me está pasando. De un segundo a otro, desaparecen. Recuerdos del chico del que estuve enamorada un año vienen a mi cabeza, sin saber cómo ni por qué. Esta situación me resulta tan extraña. Cada vez ese chico se acerca más y más a mí. Cuando llega, se detiene en seco delante de mí y, me mira de arriba abajo. Segundos más tarde, me pregunta que si puede quedarse sentado a mi lado para hacerme compañía. Apaga la música y se sienta ya que mi gesto fue malinterpretado. Me mira y me sonríe. Pronuncia mi nombre en alto. Anonadada por tal palabra pronunciada, le miro sorprendida y me vuelve a sonreír. Lo que a mí me significa un desconocido que se sienta a mi lado cuando yo le he dicho que no para él yo soy una conocida o amiga, quien sabe. Me conoce pero sigo sin saber quién es pero tampoco quiero preguntarlo; no me interesa. Sigo sumergida en ese maldito pensamiento de aquel chico que me tuvo un año locamente cautivada por su belleza, dulzura y carácter. Comienza a hablarme y hago oídos sordos. Pero el chico sigue insistiendo. De repente, comienza a cantar una canción. No recuerdo el título pero sé de quién era. Sin querer saber quién era, no me hizo falta preguntar para saberlo porque tan solo con esa canción supe reconocerlo. Por eso las mariposas en el estómago, los pensamientos de aquel chico del que me enamoré…Sacó una cajetilla de tabaco y me ofreció a que cogiera uno. Acepte pues. Pero no me hacía falta ninguna prueba más. Sabía perfectamente quien era. En la cajetilla de tabaco que había sacado ponía: “Lucky Strike”. Era él, el chico del que estuve enamorada locamente un año y ni siquiera le había reconocido. Me fumé el cigarrillo, me despedí de él con dos besos en la mejilla y me fui deseando no volver a verte nunca más. Todavía seguía lloviendo con gran fuerza pero parecía que el destino quería que le recordara eternamente

He sufrido, he amado, he gastado días y los días han gastado mi felicidad. He llorado y he reído, he contestado y he callado, he sido buena y no han sido buenos conmigo. He creído en el amor y ya no creo en nada debido a derrotas de batallas interminables, pero todas fracasadas. He creído en los príncipes azules pero he entendido que yo no quiero uno de esos. He comprobado que cuando tienes tu máximo esplendor de felicidad la montaña desciende en picado. Me he advertido a mí misma de todo lo que se podría venir encima y por creer en la felicidad y en el amor me llevé grandes hostias. He derramado lágrimas y no creo que nadie haya derramado lágrimas por mí. Cuando creemos en el amor, aferrándonos a un clavo y no lo soltamos; nos enganchamos. Es como el tabaco, cuando empiezas con ello luego no lo puedes dejar. Es una droga que acaba matando pero que en ocasiones es capaz de llegarte a quitar las penas y darte una gran felicidad; demasiado comparado con el amor. He sido traicionada y me han clavado espadas por ese amor que no puede consolar al corazón; porque es efímero, no es verdadero, tan solo es un juego. Un juego en el que uno de los partícipes acaba perdiendo e incluso muerto de dolor. Han luchado contra el sentimiento profundo que guarda mi corazón bestias indomables que por hacerme feliz casi arrastran al infierno mi alma. No tuvieron intención de hacer otro intento porque sabían que ni las miles llaman que arden duraderamente en el infierno no podrían llegar a quemar este sentimiento, ni este dolor que agudiza cada día más y más en el corazón.
Por llevarme a la gloria me arrastraste al infierno. Morí entre mil millones de llamas que ardían hasta quemar un corazón frío y solo, amargo y herido. Un corazón del que ni el más absoluto despreciado quería saber de él, más no cabe decir que ni siquiera yo; me incluyo en ese despreciado. Y detenido más no quiere irse, quiere quedarse y seguir luchando por lo que la cabeza piensa que no vale la pena.
Creyendo que heridas del pasado habían cicatrizado vuelven a la memoria recuerdos imposibles de olvidar debido a amores del pasado y errores que cometí en ellos. Cuando ves que la muralla que protegía tu corazón se derrumba poco a poco, piedra a piedra sabes que cuando seas capaz de volverla a construir volverán a desplomarse los cimientos del pasado. Quise hacer que las heridas del pasado dolieran menos pero fue imposible. Porque siempre dije que nunca quería enamorarme, que el amor era la tontería más absurda que existía en el mundo pero ahora que te paras en el camino y piensas recordando todo lo que has vivido te das cuenta de que una vez te enamoraste de un chico por el que siempre sentiste, por el que quedarán demasiados recuerdos, por el que un día quisiste decirle todas las mañanas lo mucho que lo amabas. Creyó que dejé de quererle pero lo único que hice fue dejar de demostrárselo porque me rendí porque ya no me quedaban fuerzas esas fuerzas que todavía me siguen faltando. Nunca ha sabido lo mucho que deseo que me abrace porque necesito su calor, su fuerza, su felicidad. Necesito sentir su pecho contra el mío ese que un día tuve tan cerca. Porque hoy me he dado cuenta que no puedo vivir sin tu querer, sin ver cada día tu mirada que ilumina mi rostro. Porque todavía recuerdo nuestras fotos. Porque olvidarlas costará pero olvidarte a ti será mi lucha eterna.
Sentada en el alfeizar de una ventana, con una de ellas entreabiertas mientras que entra un aire frío, puro. Notas la llegada de un escalofrío sin dudarlo te levantas a ponerte la sudadera azul que un día me regalaste. Veo un paquete de cigarrillos asomando por una rendija entre abierta de uno de los cajones de la mesilla. Voy a por uno de ellos y busco un mechero. Vuelvo a la ventana y lo enciendo. Suena el timbre de la puerta y te preguntas quien osa a venir a verte a las cuatro de la mañana. Voy a la puerta pues no quiero luego arrepentirme por no saber quién era esa persona. Abro. Es él. Me sonríe y se echa a reír y me dice que creía que había quemado la sudadera y me pregunta que sí puede pasar. Me aparto de la puerta un tanto anonadada y hago gesto de decir que entre pues no me salen ni las palabras. Empezamos a hablar de cómo nos ha ido la vida durante este tiempo y le pregunto cómo ha sido capaz de localizarme. Me responde a todo lo que le he preguntado y así pues porque son las seis de la mañana le ofrezco una copa sacando una botella de whisky. Acepta sin duda, pues es su bebida preferida. Entre risas y risas acabamos recordando ese amor joven, loco, pasional, intenso. Me besa y no lo piensa. Lo hace con ternura, con cariño, con pasión. Sigue haciéndolo igual de bien. Me recoge entre sus brazos y seguidamente estamos tumbados en mi cama. Hace calor. Ya ni el aire que entraba por la ventana hace que la pasión entre ambos disminuya. Imposible. Estamos saciando las ganas que un día tuvimos pero que nunca supimos saciar. Y ahora lo estamos haciendo, le estoy sintiendo junto a mí, dentro de mí; como nunca le había sentido. Era increíble. Estaba pasional, cariñoso. Jugaba con mi cuello y sus caricias se deslizaban por mi cuerpo suavizándolo. Con ganas y deprisa fuimos desnudando ambos cuerpos hasta encontrarnos el uno frente al otro, desnudos, viendo como nuestras almas volvían a fundirse juntas y nuestros cuerpos eran capaces de formar uno. Cuando el placer llama a la puerta, las ruinas del pasado te son indiferentes. Sofocados debido al exceso de placer, suspiramos y respiramos fuertemente, mientras que saca dos cigarros y me ofrece uno. Acepto, pues que mejor que un cigarrillo después de una noche de exceso placer. Son las once de la mañana y, él ya no se encuentra en mi cama, me he dormido y se ha ido pero no me inmuto de la cama pues estoy acostumbrada. Oigo un ruido en la cocina que cada vez se aproxima más a mi habitación y es él. Abre la puerta cuidadosamente con una bandeja entre las manos; me trae el desayuno. Me besa cariñosamente y cuando acabo de desayunar comienzo a darle pequeños besos por su cuerpo pues el desayuno estaba bueno pero faltaba él para que fuera perfecto. Ahora lo era, con él a mi lado había tenido un desayuno a lo grande. Me pongo su camisa y voy al cuarto de baño a darme una ducha. Aparece de repente. Volvemos a estar desnudos el uno frente al otro. Y nos estamos besando mientras que el agua que cae de la ducha se desliza por nuestros labios. Pasan unos cuantos días y nos seguimos viendo y tenemos algún que otro exceso de calor y placer pero nada más. No sé porque no siento lo que supe sentir en ese amor joven, loco, pasional, intenso. Será porque todo ha cambiado o porque ya he cerrado mi corazón para este chico que un día quise tanto pero que hirió demasiado mis sentimientos.

Paseábamos juntos, agarrados de la mano, como lo hacen los novios normales. No teníamos vergüenza en besarnos delante de dos mil personas; no nos importaba. No es que quisiéramos mostrar al mundo una de esas relaciones de pareja llenas de amor; mentira solo queríamos mostrárnoslo a nosotros mismos; los importantes de este noviazgo. Éramos unos adolescentes y uno quería más que el otro sintiendo incluso la falta de aire por echar de menos al estar un tiempo alejado. Todo era precioso, de color de rosa. Meses de relación. Una relación con mucha pasión, cariño, dulzura, sudor, calor, regalos, detalles, risas y llantos. Pocas discusiones y todas las reconciliaciones fueron de una manera sofocada, dos cuerpos ardientes que en ocasiones advertían quemar. Todo era perfecto. Teníamos todo lo que queríamos tener. Una persona a la que querer, una felicidad extrema, ilusión y una persona que saciara las ganas de ambos por juntarnos y ser uno; fundirnos en una de las camas de una de nuestras casas. Lo hacíamos con amor, con pasión. Me daba besitos por el cuerpo y yo me agarraba a su cuerpo mediante pequeños mordiscos que más tarde acababan siendo moratones, más no queda decir que luego me regañaba y yo, reía y reía; con mucha sinceridad. Cuando íbamos con sus amigos decían que éramos idiotas y unos empalagosos y, cuando íbamos de fiesta la noche era perfecta. Alcohol y mucho amor. Y un bonito despertar frente a su cara, frente a sus ojos, su boca. Una lucha de almohadas, plumas volando por la habitación, uno encima del otro y besos con mucha fuerza, con mucha dulzura. Una despedida en la puerta de mi casa con una camisa suya puesta y él vestido. Un beso apasionado sabiendo que luego volvería a buscarte. Hasta que un día no volvió. Salisteis juntos de casa pero cada uno por su lado sin querer saber nada de esa relación que tal vez nunca debió ser efímera. Llegando a vuestras respectivas casas empezáis a encontraros con los recuerdos: fotos, besos, pancartas, alegrías, muñecos, regalos, caricias. Un intento fallido al querer retomar un amor joven y loco pero que nunca pudo volver a ser como antes. Dos corazones rotos debido a ser amados cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. Un pequeño placer que hizo que la vida fuera más bonita, más esencial, más sofocada hasta que en un sofocado suspiro os despedisteis. Porque esto es así; la vida te quita lo que más te cuesta

El hablar con el corazón, el ver que los labios que decían te quiero ahora te gritan adiós. Como la despedida más amarga, difícil de olvidar pero acabas por odiarla.