viernes, 10 de febrero de 2012
Son las tres de la mañana. Tumbada en la cama más bonita y preciada, no la admiras; te levantas, te acercas a aquella ventana por la que entra mucho frío ya que la tienes abierta haber si ventila la habitación que está cargada de recuerdos inmersos en este pobre corazón humilde. Llegas allí, hace tanto tiempo que no sales a la calle y que no miras por la ventana que no te has dado cuenta de que en todo este tiempo que ha pasado a llegado el puto invierno y ahora está lloviendo. Ves que las calles están inundadas de charcos, gente que pasa corriendo por debajo de tu ventana con un periódico encima de la cabeza o gente que va con paraguas para no mojarse de esa lluvia tan fría. Te giras y miras por todo tu habitación, tan ordenada como siempre. Hace tiempo que no limpias el polvo y empieza a inundar las estanterías, los libros, los cds, el ordenador, la cadena de música, aquella guitarra que esta cubierta por su funda...Sigues observando y te paras a mirar aquella mesilla de noche que tiene tu móvil apagado desde hace meses y un paquete de Lucky, al lado de éste un mechero de color rosa que te regaló aquel desconocido en aquella discoteca que te invitó a una copa dándote un beso en la mejilla aunque tu le despreciaras y del que no has vuelto ni has querido saber más. Decides sacar un cigarrillo de aquel paquete, sentarte en el alfeizar de la ventana y encenderte aquel cigarrillo que tanto necesitabas para consumir la ansiedad, la rabia y el dolor que te consume el cuerpo. Te lo fumas y cuando ya no queda nada lo apagas en ese cenicero que está medio roto y le tiras ventana abajo sin saber donde caería ni a quien. De repente, y después de unos cuantos meses, suena el teléfono fijo de casa, vas a cogerlo es él, la persona con la que menos te apetece hablar en este momento, y sin dejarle hablar lo único que te sale decirle es de tu caja de sorpresas ya no me sorprendo y colgarle.
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